III Gabinete de Crisis de Ficciones Políticas
Acta de la reunión
Día: 2014-01-20
Hora: 18.00-18.30
Lugar: Universo Paralelo, programa “El espacio de ciencia”, Radio Círculo, Círculo de Bellas Artes, Madrid
Lugar: Universo Paralelo, programa “El espacio de ciencia”, Radio Círculo, Círculo de Bellas Artes, Madrid
Presentan: Oscar Hernández (OH), Ana Isabel
Amo (AA)
El programa “Universo paralelo”, el espacio de ciencia de Radio Círculo, convoca,
con carácter de urgencia, a un equipo de expertos para discutir un acontecimiento
inminente. El encuentro da comienzo con la introducción, por parte de
los presentadores, de la crisis: se acaba de hacer público que el equipo del Departamento
de Biología y Medicina Regenerativa del M.I.F. se dispone a donar a las Organización
de Naciones Unidas la patente de una proteína capaz de generar telomerasa por
medio de la inyección de un virus transgénico, gracias a la cual se prevé la desaparición
del envejecimiento de los cuerpos. La implantación de dicha proteína en el
cuerpo de los humanos conducirá a la inmortalidad, lo que devendrá en un nuevo paradigma
de impredecibles implicaciones sociales, políticas, éticas y económicas.
“Universo Paralelo” convoca al Gabinete de Crisis de Ficciones Políticas (representado
por Uriel Fogué, arquitecto y Luis Arenas, filósofo) y a Rafael Lahoz (Facultad
de Biología, Universidad Complutense de Madrid) para analizar la situación en
el transcurso del programa.
El encuentro
se organiza en tono a diferentes temáticas.
Para empezar,
los moderadores del programa preguntan cómo afectará la vida eterna a la
economía de nuestro sistema. El señor La Hoz expone que las nuevas
circunstancias, inevitablemente, conllevarán un impacto en los sistemas de
créditos e hipotecas. El profesor presenta un modelo informático que ha
realizado para estudiar el caso y explica los resultados obtenidos: se da la
paradoja de que al introducir en las fórmulas la variable del tiempo infinito,
las cuotas, inevitablemente, tenderán a cero, lo que conllevará, lo más seguro,
que el modelo económico vigente se venga abajo. Rafael La Hoz lanza el siguiente interrogante: ¿qué precio pasará a
tener el tiempo cuando el tiempo tiende a ser infinito, teniendo en cuenta que
lo que se contrata en una hipoteca es un plazo de tiempo concreto? Por otro
lado, señala, lo más probable es que la bolsa se derrumbe o, al menos, que las
empresas como, Funespaña (España, es una potencia en empresas funerarias en el
mundo), sufran ajustes notables en el mercado.
Uriel Fogué añade que
será necesario repensar y reajustar algunos de los conceptos sobre los que se asienta
la economía actual, como la confianza, la gestión del tiempo o el riesgo, los
cuales cambiarán de sentido por completo.
El debate
avanza par introducirse en el campo social. Luis Arenas sugiere que, ante el acuciante desafío demográfico al
que nos enfrentamos, no es descabellado pensar que nos avocamos a una forma de
colapso maltusiano. Es imprescindible, en su opinión, tomar medidas radicales y
urgentes para abordar este tema: o bien renunciamos a reproducirnos, o bien aceptamos
el curso natural de la densificación de la especie (lo que conduciría al
colapso demográfico) o bien debemos determinar algún tipo de fórmula para seleccionar
a aquéllos que deberán ser eliminados para dejar lugar a otros, es decir, buscar
una suerte de “tasa de renovación” o “de liquidación” que permita ajustar las
población de la Tierra (suficientemente saturada en la actualidad, con una
población que ronda los 7.000 millones de habitantes). RL informa sobre determinados estudios que sostienen que la
capacidad de tolerancia de la Tierra se encuentra estimada en unos 10.000 millones,
por lo que ya nos encontramos en un escenario próximo al límite. Según dichos
estudios, en el mundo, en estos momentos, hay un total de 1400 millones de hectáreas
cultivables. Si todos nos volviésemos vegetarianos, esa superficie sería
suficiente para abastecer al conjunto de la humanidad (a lo que OH añade que este dato faltaría incluir
muchos otros recursos, como el oxígeno, el agua potable, etc.). En opinión de RL, incluso aunque consiguiésemos
alcanzar un sistema sostenible basado en la dieta vegetariana, sería necesaria una
cuota mínima de fallecidos al año. Tal vez, añade, este problema podría ser
resuelto tecnológicamente (mediante la implantación de un chip, por ejemplo)
para eliminar al número de individuos mínimo que permite mantener el equilibrio.
En opinión de LA, este elemento
plantearía una paradoja interesante: la de tener que resolver tecnológicamente
un problema que ha sido creado tecnológicamente para, al final, llegar al mismo
punto de origen: la necesidad de la mortalidad como garantía para la
continuidad de la vida.
UF resume lo
expuesto hasta el momento en cuatro vías posibles: La primera sería la de plantear
un cambio a favor de una cultura primitivista. Es decir, frenar el
híper desarrollo en el que nos encontramos inmersos (que, por otra parte, es lo
que nos ha conducido a esta situación) y apostar por otras formas de
convivencia que renuncien a un consumo elevado de recursos. Esta primera vía
plantearía una solución de tipo “social”, en el sentido de que delegaría la
acción política en una sociedad que necesitaría acordar un nuevo escenario de lo
que se viene a llamar “eco-carestía”. La segunda sería la opción opuesta:
enfrentarnos a la tecnología con más tecnología. Sería el caso de una propuesta
súper infraestructural, que optimizase la distribución de recursos y tratase de
corregir los desajustes generados por la tecnología. No obstante, cabría la
duda de si podríamos confiar en un planteamiento que se asentase en el mismo
modelo ontológico que aquél que nos ha conducido hasta esta crisis (la
tecnología como la vía de la emancipación). La tercera sería algo así como la
“solución final” y consistiría en esterilizar a la humanidad entera y asumir
que, de alguna manera, somos la generación “elegida” para vivir para siempre en
una especie de “fiesta de la eternidad” que daría comienzo hoy y duraría de por
vida. Y, la cuarta, se basaría en la waltdisneyzación
de la sociedad. Es decir, en la creación de formato de hibernación y “hacer
turnos” para vivir de manera consciente por períodos de tiempo, lo que volvería
a ser una solución basada en la administración del tiempo a través de la
tecnología.
Ante el
panorama expuesto en el debate, OH
pregunta si existe la posibilidad de un legado y se cuestiona si el progreso
debería ser cuestionado como el paradigma evolutivo de nuestro tiempo. LA plantea que, hasta ahora, la ética se
asentaba en la posibilidad de definir unos principios para alcanzar la felicidad
para unos seres que tendían a desaparecer. Pero si la humanidad deja de ser frágil,
entonces, tanto los códigos morales, como los legales, deben ser replanteados
por completo. Por ejemplo ¿cómo deben ser ajustados los castigos y las penas a,
por ejemplo, un asesinato, en estas nuevas condiciones temporales?
Ante la
pregunta de AA de cuál debería ser el
criterio de reparto en la población de la nueva proteína (distribución homogénea,
por clases sociales, por países, etc.), RL
hace mención del experimento de André
Martins donde se plantea un modelo donde conviven dos sociedades, una que
vive eternamente y otra mortal. El experimento demuestra que, bajo condiciones
“reales” (es decir, incorporando conflictos, epidemias, catástrofes naturales, accidentes,
etc.), paradójicamente, la comunidad que tiende a sobrevivir es la mortal, debido
a que es capaz de desarrollar mecanismos darwinistas de adaptación a los
factores del entorno. Por lo que, desde el punto de vista de RL, podemos presuponer que si se restringiera
la aplicación de la proteína a una parte de la población, y ésta tan sólo
pudiera fallecer debido a muertes accidentales, lo más probable es que el resto
de la especie humana sufriera un proceso de adaptación darwinista. En
consecuencia, los inmortales, al no estar adaptados al medio a través de la
muerte, tendrían más probabilidad de perecer que los mortales.
LA manifiesta
que, de llevar a cabo dicha hipótesis, él desearía pertenecer al grupo de los
mortales porque que un mundo
para inmortales se le antoja como algo similar a un letargo perpetuo, donde
todo puede ser pospuesto “para mañana” y cita el cuento de Borges El
inmortal, donde
se plantea esta misma hipótesis, y donde el protagonista tras probar la
inmortalidad recorre el mundo para conseguir volver a ser mortal. Para UF, la vida eterna es el mundo del “deja
para mañana lo que puedas hacer hoy”.
Por otra
parte, UF plantea que tal vez el
debate se haya polarizando en dos bloques antagónicos (mortal / inmortal) y
sugiere la posibilidad que esta nueva circunstancia nos brinda para, por
ejemplo, vivir muchas vidas en una sola. Vivir en una especie de sampleo vital. Asumir la “trans-eternidad”.
O, dicho de otra manera, aprovechar la oportunidad de no adscribirnos a una
sola vida para aprender a habitar en una suerte de “transformismo” perpetuo. Cambiar
de vida de manera permanente. Vivir la vida como un ensayo, probando todas las otras
vidas que no hemos podido vivir hasta ahora.
RL se pregunta ¿vamos
a ser libres para decidir si queremos consumir la proteína de la eterna
juventud? LA apunta la necesidad de
construir un debate democrático para decidir sobre quién tiene el poder de
decisión y de regulación sobre estos temas. ¿Quién se ocupará de esta decisión?
¿El mercado? ¿La iniciativa privada? ¿El estado? OH sugiere la posibilidad planteada en el II Gabinete de Crisis de
Ficciones Políticas (titulado “¿Quién hace Europa?”) de delegar en una
computadora el gobierno de estas cuestiones, con el objetivo de que las
decisiones que se tomen sean las más justas posibles. Sería fácil programar una
computadora, bien para regular la muerte, bien para decidir quién tiene derecho
a la vida eterna. UF expone algunos
de los problemas discutidas en dicho Gabinete y presenta algunas de las
cuestiones que se plantean en un escenario donde las decisiones son
administradas de manera “híper racional”, a partir del uso de tecnologías, como
¿qué espacio le queda a la libertad, cuando la razón total gobierna todas
nuestras decisiones? O ¿estamos dispuestos a renunciar a la libertad a favor de
la razón?
RL señala que
no podemos evadir la dimensión religiosa del nuevo contexto. No en vano, la
mayoría de las religiones principales basan sus dogmas en la muerte como punto
de paso hacia otra vida, por lo que se vendría abajo la tragedia de Unamuno (“morir
para ver a Dios”). Para OH el verdadero
peligro sería llegar a pensarnos a nosotros mismos, los hombres, como dioses:
unos nuevos dioses que han sido capaces de doblegar a la muerte.
LA sugiere que
es importante cuestionar el modelo económico en el que vivimos que, si bien ya
estaba cuestionado antes del descubrimiento de la telomerasa, dada la nueva
situación, necesita ser replanteado de manera radical. Y apunta una posible vía
basada en formas de economía que no sean gravosas para el medio ambiente, como aquellas
basadas en el conocimiento, en el cuidado, en el arte, la cultura o la
educación. Es decir, en formas de economía que no se asienten en formas depredatorias
de explotación del planeta.
A estas
alturas del debate, UF manifiesta su
reserva hacia el modo en el que el gabinete está abordando el tema a partir de los
lenguajes, los vocabularios y las herramientas contemporáneas. Tal vez el marco
al que nos enfrentamos los desborde por completo y precise de otros nuevos. Por
ejemplo, la desaparición del envejecimiento biológico no conlleva la
eliminación del envejecimiento cultural. Muy al contrario, las nuevas
sociedades deben ser pensadas desde formas de lazo social capaces de articular sociedades
gerontocráticas. Por otro lado, el desarrollo de acuerdo a modelos sostenibles
no depredatorios previamente planteado todavía responde a lógicas “antiguas”
porque, por primera vez, el ser humano vivirá más que el resto de los seres
vivos del planeta. La misma noción de ecosistema debe ser repensada, en el
momento en el que hay un agente que prevalece sobre el resto. Tal vez,
concluye, estemos comenzando a vivir en un mundo que se ha transformado de
lleno: puede que por primera vez no estemos sometimos al tiempo y no vivimos más
en un mundo donde Kronos devora a sus hijos, sino que puede que, ahora que la
variable tiempo tiende al infinito, de alguna manera, se “espacialice” el
tiempo. El tiempo ya no puede ser pensado en términos de progreso (el progreso necesariamente
implica una variable temporal) como se apuntaba antes, sino desde espacio. En
definitiva, que no debemos tratar de ajustar nuestras herramientas ad hoc a la nueva situación, sino
desarrollar otras nuevas para afrontar el nuevo escenario.
LA introduce, a
través de la obra Colapso, de Jared Diamon, la importanticia desestabilizadora de
las especies invasoras. En esta obra se analiza la desaparición de determinadas
civilizaciones poderosas del mundo clásico, como el imperio romano, los aztecas,
etc., concluyendo que, en la mayoría de los casos, dichas sociedades han
desaparecido por la interacción con especies invasoras que las conducen al
colapso. Es posible que, en esta ocasión, sea la humanidad esa especie invasora.
Aunque lo éramos ya, ahora lo seremos de una manera implacable. UF cuestiona si ha de ser el ser humano
quien goce de esta propiedad. ¿Por qué no extender este derecho al resto de los
seres vivos? RL apunta que, para
alimentar un planeta habitado por 10.000 millones de humanos, sería necesario
destinar una gran parte de la superficie de la tierra para el cultivo, lo que
no dejaría tanto espacio para los animales. Y, basándose en el experimento de Wilson
en la Isla de Pascua (el cual explica la reducción de la población de la isla,
de 2000 a 200 personas, debido a diversos factores, como las epidemias)
sostienen que, probablemente, la densidad terminará por encontrar un equilibrio
oscilatorio que terminará por regular la población de manera natural,
alcanzando lo que los matemáticos llaman la “K”, el tope poblacional, debido a
epidemias, guerras o accidentes. Por otra parte, apunta RL, quizá la solución fuera prescindir de los cuerpos y vivir de
manera virtual. El cuerpo, al fin y al cabo, es un incordio.
AA sugiere que,
al disponer de más tiempo, posiblemente, seamos capaces de desarrollar también
en mayor medida nuestro conocimiento y, por tanto, ser capaces de encontrar
soluciones para adaptarnos a los nuevos escenarios. LA discrepa en este punto, argumentando que la evolución del
conocimiento se produce a partir de los cambios de mirada sobre la realidad que
las nuevas generaciones, que todavía no tienen preformadas sus ideas, son
capaces de observar la realidad de una manera no condicionada. Y plantea que
parte del progreso científico tiene como condición de posibilidad que las
generaciones se renueven. Y se cuestiona si una generación sin muerte, sería
capaz de interpretar el mundo de una manera diferente. Si sería capaz de
innovar. A lo que OH sugiere que tal
vez sería necesario algún tipo de borrado de memoria humana para garantizar
dicha regeneración y, por tanto, la innovación científica y romper con las
ideas más cristalizadas. Para UF la
gestión de la memoria es uno de los temas fundamentales de esta crisis y que tendrá
un impacto notable en todas las esferas de la cultura. ¿Qué será aquello que
sea digno de ser rememorado en un contexto de vida eterna? ¿Cuáles son los
criterios para organizar el patrimonio? Tal vez, como sucede en la película Total Recall (1990, Paul Verhoeven, versión de la novela Wecan remember it for you, de 1966) debamos recurrir a unos implantes
artificiales de memoria, para intensificar los recuerdos. De ser así, se
delegarían en la tecnología las competencias de la memoria y, por tanto, de la
historia. En opinión de UF esto conecta,
además, con otro tema crucial: la relación con el cuerpo en las religiones: a
menudo, en los cultos monoteístas el alma o la mente están aprisionados en el
cuerpo, en esa cárcel platónica corruptible y finita. El alma se libera del
cuerpo para alcanzar, tarde o temprano, la eternidad. Esto ha dado pie a todo
tipo de especulaciones tecnológicas y filosóficas, como la propuesta por HansMoraveck, quien plantea que en un futuro próximo la memoria podrá llegar a ser
descargada en un soporte informático, abriendo la posibilidad a una forma de
inmortalidad tecnológica, en tanto en cuanto los humanos permanecerían vivos mientras
pervivieran sus recuerdos, su conciencia y su memoria (y, por tanto, la
posibilidad de recordarse a uno mismo, es decir, la identidad propia) y alojados
en un soporte informático. Pues bien, sostiene UF en el nuevo escenario, esta estructura teológica se vería
desafiada, al ser ahora el cuerpo, y no el alma, el que no es corruptible y,
por tanto, el que alcanzará la eternidad. Al hilo de esto, OH cita The Eternal Sunshine of the Spotless night.
LA manifiesta
su discrepancia afirmando que las dos hipótesis (un cuerpo corruptible + un
alma eterna o un cuerpo eterno y un alma que vive diversas vidas en un solo
cuerpo) están ancladas en una perspectiva dualista que ha sido ampliamente criticada
desde el ámbito de la filosofía desde hace tiempo. La existencia del hombre no
puede ser reducida a un dualismo del tipo cuerpo / mente.
LA añade que el
nuevo panorama también tendría implicaciones en ámbitos más cotidianos. Por
ejemplo ¿cómo pensar las relaciones de pareja? ¿Tiene sentido declararse amor
eterno? Si el esquema de pareja basado en el amor eterno ya era cuestionado
cuando la vida media del ser humano rondaba los cuarenta, ahora sólo puede ser
percibido como una suerte de cadena perpetua. UF plantea que el esquema futuro / pasado (futuro = lo que está por
venir y al cual accedemos a través de las predicciones, la adivinación o los
oráculos; y pasado = la memoria, recopilada y guardada por la historia) pasará
a ser sustituido por las coordenadas de un nuevo esquema temporal: el presente
continuo. La pregunta es ¿cómo se vive en un presente continuo? En opinión de RL el presente continuo nos conduce a
un nuevo problema: la escalabilidad. Igual que nos debemos replantear cuál es
la escala del amor ¿cuál es la escala política? ¿Cada cuánto hay que convocar
elecciones? ¿Qué sentido tiene la pena de muerte o la cadena perpetua? Es
innegable que toda la vida del ser humano está ligada a la variable tiempo. En
el momento en el que desaparece esta variable tiempo, todo ha de ser pensado de
nuevo. A lo que AA pregunta: ¿trabajaremos
en lo mismo toda la vida? ¿Juzgarán los jueces a las personas durante cientos
de años? ¿Cómo se sostendría el sistema de pensiones? OH se pregunta si aumentará la producción con la ingesta de la
proteína, mientras que RL apunta que
lo más probable es que haya mucho trabajo dado que habrá una gran población que
mantener. A lo que LA añade que, si
bien se ha conseguido un aumento notable del rendimiento del trabajo gracias,
entre otras cosas, al desarrollo tecnológico, lo cierto es que trabajamos pocas
horas menos que hace unos siglos y pregunta ¿por qué no se traducido toda esa
potencia creativa y productiva en calidad de vida y en la reducción de horas de
trabajo? El incremento de la productividad no es proporcional a la reducción de
las horas de trabajo, lo que nos conduce a una nueva pregunta: ¿Es necesario
que produzcamos tanto? Y, citando a
Epicuro en su célebre dicho “nada es suficiente para quien lo suficiente
es poco” afirma que el escenario al que nos conduce esta lógica es aquél en el
que nunca nada es suficiente. ¿Cuánto es lo suficiente en el contexto de la
vida eterna? ¿Verdaderamente necesitamos tanto? Y concluye afirmando que este
horizonte obliga a un replanteamiento de la forma en la que debe estar organizado
el trabajo y no nos aleja tanto de las cuestiones que manejaba Marx en el siglo
XIX.
OH pregunta
cómo sería el urbanismo de la eternidad. En opinión de UF, en el contexto de la eternidad, también habría que reorientar por
completo tanto la arquitectura como el urbanismo. Para empezar, ambas disciplinas
se centrarían en el estudio de la híper densidad y sus condiciones de habitabilidad,
las estrategias de compactación, la gestión de grandes flujos de masas, etc. Para
ello, sería imprescindible cambiar todos los planes de estudio de las
universidades, con el objetivo de proporcionar nuevas competencias a los
estudiantes. Por otro lado, si somos eternos, inevitablemente, tendríamos una
esperanza de vida muy superior a la vida útil de los materiales de la
construcción, por lo que la disciplina de la arquitectura pasaría a ser el arte
de la arquitectura efímera. Lo que, además, obliga a incorporar el desmontaje
de los edificios como principio constructivo básico. También habría que
reescribir el ámbito normativo: los estándares de habitabilidad, los espacios
mínimos tolerables, etc. Inevitablemente, habría que rediseñar todas las
infraestructuras básicas (de energía, agua, transporte, telecomunicación, circulación,
etc.). En opinión de UF es probable
que aparezcan nuevas tipologías arquitectónicas, como los centros de intergeneracionalidad,
donde las diferentes generaciones podrían compartir experiencias. De hecho, no sería
descartable que hubieran conflictos entre generaciones y puede que fuera
necesario contar con arquitecturas donde se pudiesen gestionar y mediar dichas polémicas,
sitios donde se favoreciese la convivencia temporal y cultural, no sólo
espacial. Y, si finalmente se opta por la estrategia de Walt Disney, habría que
erigir edificaciones para la hibernación. Y, para los que reclaman el derecho a
la muerte, por el contrario, serían necesarias arquitecturas para diseñar
nuestras muertes, como en la película de Soylent Green,
(1973, Richard
Fleischer), donde las personas que deciden que ya han vivido
suficiente, acuden a un espacio en el que goza de sus últimos momentos de vida
antes de morir. Algo así como espacios voluntarios para estados terminales,
que, tal vez se aproximasen a unos parques temáticos. Otro caso probable dentro
de esta hipótesis serían las infraestructuras para la esterilización masiva. O aquellas
tipologías que ya comienzan a existir en nuestro contexto, pero que sufrirán un
auge notable, como las gerontotecas. Por otro lado habría que redefinir algunas
de las tipologías existentes, como los cementerios clásicos, que pasarían a ser
museos, como lo son ahora las Pirámides. Los cementerios, tal y como son
concebidos hoy, pasarían a ser los espacios donde se conmemoraría la primitiva “Era
de la muerte”, que duró hasta el 2014.
OH apunta que
tal vez nos estamos centrando en un escenario demasiado optimista y no es
descartable otro más catastrofista. En la misma línea, AA pregunta sobre las guerras. Según RL al desaparecer la muerte, el campo de batalla pierde su sentido
originario, porque uno de los alicientes de la guerra era salir ileso de la batalla.
Seguramente a los soldados no se les administrará la proteína. Pero para LA el ser humano es una animal deseante
y el hecho de haber salvado la frontera de la muerte no significa que no quiera
seguir aumentando su poder e imponerse sobre el otro. Para el filósofo, es
inevitable anticipar un escenario pesimista. La inmortalidad simplemente
desplazará el problema. UF apunta
que el botín de la guerra también sería diferente. El lujo en esta sociedad no serán
tanto los bienes materiales, sino la soledad. Tal vez lo que se conquiste en
los conflictos no sea la riqueza, sino otro tipo de relaciones espaciales.
Se cierra la
sesión con los agradecimientos a los participantes convocando a la necesidad de
proseguir este necesario debate eso sí, disfrutando de lo que nos queda por
vivir.
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